Cómo detectar la veracidad de los discursos políticos
- Giancarlo Vizcarra Valencia

- 10 oct
- 2 Min. de lectura
En una coyuntura donde las promesas políticas se multiplican y la desconfianza ciudadana crece, distinguir la verdad de la manipulación se vuelve un acto de responsabilidad cívica

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En tiempos electorales y de incertidumbre política, las palabras se convierten en armas. Cada promesa es un instrumento de persuasión cuidadosamente calibrado para mover emociones más que para informar. Pero, ¿Cómo puede un ciudadano crítico que busca decisiones racionales detectar si un discurso político es veraz o manipulador?
Existen marcadores científicos que permiten analizar la credibilidad de un discurso más allá de la retórica. Son patrones verbales que dejan huellas medibles. Un discurso veraz mantiene consistencia interna. Las ideas principales deben sostenerse sin contradicciones entre el inicio y el cierre. Cuando un político se contradice; por ejemplo, promete reducir impuestos y luego aumentar el gasto público aparece un marcador de improbabilidad. Esto es una incongruencia entre lo que se dice y lo que se implica. La mentira, aunque esté bien construida, deja rastros en la coherencia de las palabras.
Las personas que mienten tienden a usar menos pronombres personales “yo”, “nosotros” y más términos impersonales. Por eso, en política, escuchamos frases como; “se debe hacer” en lugar de “yo haré” o “hay que trabajar” en vez de “trabajaremos juntos”. Esta distancia lingüística refleja un distanciamiento psicológico del compromiso. En cambio, los discursos con autoría lingüística como; “yo”, “nosotros”, “mi gobierno” suelen reflejar una conexión genuina con la acción.
Los políticos también moldean la realidad a través de metáforas. Analizar las metáforas permite descubrir qué tipo de pensamiento quieren inducir en el votante. Por ejemplo; miedo, esperanza, culpa o unión. Un votante informado no solo escucha qué dicen los políticos, sino cómo lo dicen.
Los discursos falsos suelen refugiarse en el futuro difuso como; “vamos a lograr”, “se implementará” y evitan el presente verificable como; “hemos hecho”, “estamos haciendo”. El desplazamiento temporal es una técnica de evasión de responsabilidad. Cuando el verbo no aterriza en la realidad actual, el compromiso se diluye.
Un análisis completo no se detiene en las palabras. La paralingüística, la entonación, ritmo, pausas y la comunicación corporal deben ser congruentes con el contenido verbal. Las micro-expresiones, los gestos y las inflexiones vocales inconscientes revelan cuando el cerebro intenta sincronizar una emoción falsa con un discurso memorizado. Una sonrisa que llega medio segundo tarde o una pausa antes de negar algo son señales de disonancia cognitiva.
Cuando un político evita responder directamente o reformula la pregunta está utilizando una estrategia de desplazamiento discursivo. Este patrón es un indicador de evasión. Un discurso veraz generalmente es concreto.
Una afirmación es más creíble cuando el hablante ofrece detalles verificables como lugares, fechas, cifras o personas específicas. Las declaraciones falsas tienden a ser vagas. Cuanto más vaga la promesa, menor será la veracidad del discurso.
Los próximos comicios en el Perú demandan ciudadanos con pensamiento crítico. Y sí, hay que confiar, pero escuchar con herramientas. El oído puede ser fácilmente seducido, pero el oído analítico, entrenado en la coherencia, la prosodia y la lingüística, detecta lo que se intenta ocultar.
La verdad no siempre es evidente. A veces se expresa en una elección de palabras, una pausa o una omisión.
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