El suicidio en la sociedad moderna: Un grito silencioso entre el aburrimiento y la desconexión
- Lorena Said
- 16 jun
- 3 Min. de lectura
En un mundo hiperconectado, muchas personas enfrentan una profunda sensación de vacío y soledad. Hablar del suicidio es necesario para visibilizar este sufrimiento y fomentar redes de apoyo reales.

En tiempos pasados, la vida parecía estar más tejida con relaciones cercanas, caminatas espontáneas al hogar de un amigo, trabajos manuales, y una conexión más directa con el entorno. Hoy, a pesar de vivir en un mundo más interconectado tecnológicamente, muchas personas enfrentan un creciente sentimiento de vacío, soledad y aburrimiento profundo que, en algunos casos, puede llevar al suicidio.
Factores que influyen al suicidio
Aunque hay múltiples factores que influyen en esta trágica decisión, uno de los más silenciosos y persistentes en la sociedad moderna es el aburrimiento constante. No se trata del aburrimiento pasajero por no tener algo que hacer, sino de una sensación existencial de que la vida carece de propósito o dirección.
1. El aburrimiento como síntoma de desconexión
Hoy en día, muchas personas pasan horas frente a pantallas, consumiendo contenidos que no siempre alimentan emocional o intelectualmente. A pesar de estar "ocupados", el tiempo transcurre sin experiencias reales, sin contacto humano genuino. Antes, bastaba con salir a la calle y encontrarse con alguien conocido. Las ciudades eran más caminables, la vida más vecinal.
Actualmente, se necesita coordinar una cita con días de anticipación, o simplemente no se tiene energía para socializar después del trabajo o los estudios. Esto crea una sensación de aislamiento progresivo. La vida social se ha digitalizado, pero no necesariamente enriquecido.
2. El trabajo y la pérdida de la dimensión manual
Muchos jóvenes comienzan a trabajar recién después de terminar años de estudio teórico. En ese proceso, se desconectan de actividades manuales y creativas que antes eran parte integral de la vida diaria: reparar algo, cocinar en familia, construir, incluso limpiar o trabajar en el campo. La satisfacción inmediata y tangible de estas actividades se ha visto reemplazada por rutinas que muchas veces parecen sin sentido.
Aunque algunos trabajan antes por necesidad, la mayoría hoy inicia su vida laboral ya entrada en la adultez, en ambientes cada vez más digitales, impersonales y controlados. El estrés y la sensación de que el esfuerzo no lleva a ningún lugar pueden sumarse al sentimiento de vacío.
3. La Soledad no elegida
Otro factor importante es la soledad, no la voluntaria o introspectiva, sino la que se impone por circunstancias sociales. Vivir solo, lejos de la familia, tener pocos vínculos emocionales reales, o no sentirse escuchado por nadie puede ser devastador. Las redes sociales ofrecen la ilusión de compañía, pero muchas veces solo profundizan la sensación de estar "fuera", viendo vidas que parecen mejores que la propia.
4. Otras causas comunes en la actualidad
Presión por el éxito: Desde edades tempranas se exige "destacar", tener un propósito definido, y no fallar. Esto genera ansiedad y frustración.
Problemas económicos: La dificultad para conseguir estabilidad laboral, pagar una vivienda, o simplemente tener una vida digna es causa frecuente de desesperanza.
Problemas familiares o rupturas: La desintegración de relaciones personales también puede ser detonante, especialmente si no se cuenta con una red de apoyo.
Enfermedades mentales: Trastornos como la depresión, la ansiedad o el trastorno bipolar no siempre reciben la atención necesaria, y muchas veces son malinterpretados como simple “falta de ganas”.
Pérdida de sentido o propósito: Algunas personas sienten que viven sin rumbo, sin objetivos claros, o que todo lo que hacen no tiene trascendencia.
El suicidio no siempre responde a una sola causa, pero en la sociedad moderna se entrelazan varios factores que favorecen el aislamiento emocional, la pérdida del sentido vital y el aburrimiento profundo. Frente a esto, es urgente recuperar espacios de encuentro, valorar lo simple, fomentar actividades manuales y creativas, y generar una cultura donde pedir ayuda no sea una muestra de debilidad, sino de valentía.
Hablar del suicidio no lo promueve, lo visibiliza. Y eso es el primer paso para cambiar el rumbo de una sociedad cada vez más silenciosa ante el sufrimiento ajeno.
Comentarios