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Fobias: cuando el miedo cotidiano se convierte en una cárcel silenciosa

Actualizado: 9 jul

  • Evitar ascensores, rechazar trabajos o no salir de casa durante años. Las fobias son más que temores exagerados: son trastornos de ansiedad que condicionan la vida.

Fobias: cuando el miedo cotidiano se convierte en una cárcel silenciosa
Foto: Unsplash

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“Hace cinco años que no puedo viajar en transporte público”, confiesa una joven en el podcast Psicología al Desnudo, conducido por la psicóloga Marina Mamoliti. “He rechazado trabajos que me apasionaban por esto”, continúa. Su historia no es única: millones de personas viven atrapadas en una rutina de evitación constante debido a fobias específicas, un trastorno de ansiedad profundamente invalidante que, pese a su prevalencia, continúa siendo minimizado.


Las fobias no son simplemente miedos exagerados. Son temores intensos, persistentes e irracionales frente a objetos, situaciones o seres vivos que, en realidad, no representan un peligro real. La persona sabe que su reacción es desproporcionada, pero no puede evitarla: su cuerpo se activa como si estuviera en riesgo de muerte.


Entre el miedo y la parálisis


La fobia transforma una paloma en un monstruo, una aguja en una amenaza, un espacio cerrado en una trampa sin salida. “No es un capricho ni una exageración”, explica Mamoliti.


“Las fobias pueden alterar por completo la vida de alguien. Condicionan sus decisiones, sus relaciones, su trabajo y su bienestar emocional.”

Según la OMS estas son las distintas fobias:


  • Fobia animal: a insectos, aves, perros, arañas.

  • Fobia a sangre o inyecciones: incluyendo miedo a desmayarse ante una aguja.

  • Fobia ambiental: tormentas, relámpagos o desastres naturales.

  • Fobia situacional: a volar, ascensores, puentes o transporte público.

  • Fobia social: miedo intenso a ser juzgado u observado.

  • Otras fobias específicas: a vomitar, a los espejos, a los botones.

  • Quasi-fobias: miedos intensos que aún no se transforman en fobia.


La característica común: la evitación. Quien padece fobia organiza su vida entera para no enfrentarse con el objeto temido. Se pierden eventos, vínculos, trabajos, viajes y oportunidades, todo con tal de evitar el malestar paralizante.


De dónde vienen las fobias


Las causas son múltiples: experiencias traumáticas en la infancia, exposición repetida a situaciones que generaban incomodidad, aprendizaje por imitación (como ver a un familiar reaccionar con pánico), e incluso cierta predisposición genética a la ansiedad.


Desde el psicoanálisis, también se sostiene que algunas fobias funcionan como símbolos: el objeto temido representa otra angustia más profunda. Una cucaracha, por ejemplo, puede simbolizar el rechazo, según un caso citado por Mamoliti.


¿Y la buena noticia?


Las fobias sí tienen tratamiento. La psicoterapia, especialmente la terapia cognitivo-conductual con técnicas de exposición gradual, ha demostrado excelentes resultados. Esta técnica no busca forzar a la persona a enfrentarse de golpe al objeto de su fobia, sino acompañarla, paso a paso, en la desactivación de la respuesta de pánico.


“El cerebro puede reaprender”, afirma Mamoliti. La clave está en el acompañamiento profesional, la repetición controlada y la contención emocional. En algunos casos, también puede evaluarse la medicación.

“Si conocés a alguien con una fobia, no le digas ‘no es para tanto’”, insiste la psicóloga. “No se trata de voluntad, sino de un mecanismo que necesita ser tratado.” Entender esto es el primer paso para acompañar, para no juzgar, para tender una mano.


Hablar de fobias no solo ayuda a quienes las padecen, sino que rompe un silencio que ha durado demasiado tiempo. Porque vivir con miedo no es vivir. Y pedir ayuda es el primer acto de valentía para recuperar la libertad.

 
 
 

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