Lo que no debe pasar en un proceso de selección: Cuando el desorden y la falta de empatía te hacen renunciar | CRÓNICA
- Elizabeth Espinoza
- hace 2 días
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Cuento desde mi experiencia cómo la falta de organización, comunicación y respeto por la dignidad del postulante puede arruinar incluso las mejores oportunidades laborales

En este mundo donde la atracción y retención del talento son prioridades estratégicas para las organizaciones sorprende y decepciona cuando los procesos caen en prácticas desorganizadas. Me pasó a mi, seguro te pasó a tí o te pasará en alguna oportunidad. El mundo laboral hoy en día excaso para quienes buscan oportunidades cerca a su hogar, muchos profesionales desempleados o incluso quienes cuentan con una carrera profesional no trabajan en lo que les apasiona, Las causas son múltiples: desde la desconexión entre oferta y demanda laboral, hasta procesos de reclutamiento mal diseñados que desaprovechan el potencial humano.
Más allá de los requisitos técnicos o las políticas internas de una empresa, hay un principio básico que no debe perderse: El respeto por la persona. Esta experiencia no sólo refleja una oportunidad perdida para la postulante, sino también para la empresa, que dejó ir a una candidata comprometida debido a errores evitables y una gestión poco humana del proceso.
Desorden desde el inicio del proceso
El proceso inició la última semana de Mayo con una entrevista virtual, posterior una evaluación psicológica virtual, y la llamada de felicitaciones por ganar el proceso de selección y evaluación, seguido por un correo de confirmación y reiterada felicitación e indicaciones para evaluación final. El trabajo no era en la ciudad donde me encontraba, el puesto indicaba disponibilidad para cambiar de residencia y disponibilidad inmediata. Lo cual encantada acepté en la entrevista y coodiné con la encargada número para alquilar un cuarto a mi llegada.
La coordinación salió exelente todo marchaba viento en popa, tenía cama, baño propio, agua. Todo lo necesario para mudarme. Luego de un largo viaje llegué a mi destino, coordiné y gestioné la moto con asesoría de la dueña del cuarto y tiempo que me tomaba llegar a la empresa. Entusiasmada me levanté esperé la moto, personas muy carimaticas y atentas. Pero el primer día marcó el tono de lo que vendría: Se citó a los postulantes 7:30 am., pero no hubo nadie que nos recibiera hasta una hora después. Permanecer más de 60 minutos de pie, sin orientación y compartiendo espacio con otros postulantes para áreas distintas, generó frustración. Seguimos con las capacitaciones de salud y seguridad en el trabajo con diferentes profesionales expertos en su rubro asimismo de buenas prácticas de manufactura. (Aunque la espera siguio, al final se nos capacitó)
Puntualidad no es solo llegar a tiempo: también implica respetar el tiempo de los demás
Evaluaciones médicas sin criterio ni planificación
El siguiente paso muy importante dentro de las políticas de la empresa fue pasar por tópico con una enfermera y una doctora en salud ocupacional donde te toman la presión, peso, medida de la vista,etc. seguido esperabas que la doctora te llamara para que pases con ella, en mi caso demoré, ya que estaba con presión alta y a varios mandaron a lavarse la cara en mi caso no se me indicó ya que estaba con maquillaje. Seguí indicaciones de respirar profundo inhalar y exhalar y que si volvía a salir la presión alta pasaría la evaluación otro día. Debió ser por la frustración de esperar tanto tiempo y la incomodidad al no ser recibida como se esperaba.
A pesar de haber realizado exámenes médicos particulares haciendo una inversión con responsabilidad los llevé impresos, se cuestionó la validez y se exigió una receta brindada por el médico, cuestionando la validez de los mismos. Se me indicó seguir un tratamiento en relación a mis resultados médicos lo cual podía presentarlos al día siguiente o otro día de la semana, comprometiendome a gestionarlos salí de tópico fataba llenar y firmar documentación entregada como politicas de salud y seguridad en el trabajo, seguro para legalizar y entregarlo posteriormente, etc.
¿Dónde queda la confidencialidad?
Mientras llenaba los formularios sentada, se acercó la encargada del proceso de selección y me preguntó:
—¿Qué pasó? ¿Por qué te han observado? ¿Qué te dijo la doctora?
Yo, sin saber nada, respondí con sinceridad:—No sé, asumo que sí. Tenía entendido que debía presentar un tratamiento.
Seguí completando los documentos solicitados, pero pronto volví a ser llamada. Nos sentamos a un costado y me explicó que debía iniciar dicho tratamiento, pues las políticas del proceso eran rigurosas. Me preguntaron si podía conseguirlo en ese momento. Llamé de inmediato a un contacto médico que ya conocía mis análisis de sangre y logró gestionar el documento. Estaba listo para ser impreso. Terminé la conversación, regresé a mi sitio y esperé que me lo enviaran por WhatsApp o correo electrónico.
Mientras completaba los formatos de Recursos Humanos, noté una conversación previa entre la doctora y la encargada. Poco después, me volvieron a llamar. Esta vez, la encargada comenzó a hacerme preguntas íntimas que había compartido confidencialmente con la doctora en la entrevista anterior: sobre mi pareja sentimental, la duración de nuestra relación, métodos anticonceptivos y mi ciclo menstrual. Respondí, aunque nerviosa y con cierta vergüenza. No era una persona en quien confiara para revelar ese tipo de información. Me pareció poco profesional e invasivo.
Terminada esa corta entrevista, se me exigió un nuevo análisis de sangre para descartar un posible embarazo. Me sorprendí y, aunque aseguré que no lo estaba, me dijeron que era obligatorio. Debía hacerlo en un establecimiento de Essalud, pero respondí que no tenía activo el seguro en esa zona. Propuse hacerlo de forma particular, solo como un análisis de sangre. Me entregaron mi DNI y salí. Los otros postulantes me miraban, quizá con compasión o confusión, como si salir de esa sala significara estar descartada.
Caminando sola, preocupada por el costo del examen y sin saber si eso garantizaría o no el trabajo, me invadieron el miedo y la frustración. Dudé si continuar. Finalmente, decidí regresar al cuarto donde me hospedaba. Estaba confundida y molesta. Lloré. Pensé en el esfuerzo de mi familia para apoyarme, en su emoción cuando les conté que por fin tendría un trabajo tras un año de haber culminado el SERUMS. Me sentí avergonzada por haber desistido.
El primero en saberlo fue un amigo cercano, quien me había acompañado en el proceso. Me apoyó desde el inicio, incluso me ayudó a gestionar el tratamiento y los análisis. Él me ofreció llevarme de vuelta a casa. Cargué mis maletas y comuniqué oficialmente mi decisión de no continuar. Avisé a mi madre, quien me comprendió y me recibió entre lágrimas al día siguiente.
Lo que esta experiencia me enseñó
Desistir de un proceso no siempre es sinónimo de falta de interés. A veces, es una forma de protegerse ante un trato que no valora la dignidad de quien postula. Las empresas pueden tener políticas estrictas, pero eso no justifica procedimientos improvisados, mal comunicados o deshumanizados.
Un proceso de selección debe ser una experiencia de evaluación mutua: la empresa conoce al postulante, pero el postulante también evalúa a la organización. Si genera desconfianza, incomodidad o vulnerabilidad, algo está funcionando mal.
Mi cierre personal
Antes de dormir esa noche, aún sin poder conciliar el sueño, recordé quién sería mi jefa directa. Ya conocía su nombre, pues me había entrevistado (aunque sin encender la cámara) y tenía su contacto de LinkedIn y su correo. Reuní valor y le escribí explicándole los motivos de mi desistimiento. Lo envié pasada la medianoche, sin saber si recibiría respuesta.
Horas después, llegó su mensaje:
“Estimada Elizabeth, valoro mucho tu mensaje, y las disculpas del caso por la incomodidad generada hacia tu persona. En lo sucesivo trataré de que situaciones como las que pasaste no se vuelvan a repetir. Me apena no haber podido recibirte y darte un mejor alcance de nuestro proceso. Desde acá me queda desearte mucha suerte en tu futuro profesional y, como el mundo es chico, quedo a tu disposición para cualquier transferencia de conocimiento y apoyo mutuo en este mundo de los recursos humanos. Saludos.”
Mi mente revive los momentos como pequeños flashbacks. El regreso a casa fue largo pero reconfortante. Mi madre me recibió con amor, aunque también preocupada. Yo aún me sentía avergonzada, pero alguien me dijo algo que guardo hasta hoy:“Vergüenza es robar, no renunciar a lo que no te hace bien.”
Investiga quién será tu jefa o jefe. Mira sus publicaciones, analiza el perfil de quienes te entrevistan. Pregunta por cada paso del proceso antes de firmar un contrato. Vístete formal, porque como te ven, te tratan. Y, sobre todo, no permitas jamás que te griten, que te vulneren o te hagan sentir menos. Si tienes los recursos, denuncia. Tu salud mental vale más que cualquier puesto de trabajo.