top of page

Amor propio: lo que no te mostraron en redes (pero necesitas saber)

  • Foto del escritor: Aldo Valle
    Aldo Valle
  • hace 5 días
  • 1 Min. de lectura
  • El amor propio no solo es poner límites. Una reflexión sobre lo que significa amarse a uno mismo.

dsf
Foto: Multimedia de wix.

Durante mucho tiempo creí que el amor propio era poner límites. Decir que no. Alejarme de lo que me hacía daño. Y sí… a veces lo es. Pero con el tiempo entendí que el verdadero amor propio no se trata solo de protegernos. Porque protegernos, sin amor, puede volverse un muro.


Una excusa elegante para alejarnos, aislarnos, escondernos del roce real con los demás.

Hoy vemos en redes imágenes de amor propio: baños con sales, afirmaciones frente al espejo, rutinas que prometen transformarnos.


Y aunque todo eso puede ser valioso, no es la raíz.

No es lo que verdaderamente nos sostiene cuando la vida nos sacude. A veces, en nombre del amor propio, levantamos escudos, decimos que estamos eligiéndonos, pero en realidad estamos huyendo y nos convencemos de que estar solos es sinónimo de estar bien,

cuando lo que en realidad tememos… es dejarnos ver.


Porque el verdadero amor propio no es una estética. No es una imagen que mostramos para parecer fuertes. Es mirar hacia adentro sin filtros ni maquillaje.

Es animarse a ver lo que no siempre queremos ver. El verdadero amor propio empieza cuando puedes quedarte con lo que eres… sin querer arreglarlo todo.

Sin exigir que todo se vea bien.


Cuando puedes sentarte en tu propio caos con ternura.

Cuando dejas de tratarte como un proyecto pendiente y comienzas a verte como alguien que merece amor… incluso en sus momentos más rotos.

Y entonces, algo empieza a cambiar.


Porque cuando ese amor echa raíz, también cambia tu forma de relacionarte. Primero contigo.

Después, con el mundo.


¿Cómo te hablas cuando fallas?
¿Desde dónde te exiges?
¿Te das permiso de ser, o solo te valoras cuando haces?

En esas preguntas, el amor propio se vuelve real:

cuando transformas la forma en que te miras, te tratas y te sostienes, algo se ordena. Y desde ahí, inevitablemente, cambia también cómo te vinculas con los demás.

Y cuando hablo de vínculos, no me refiero solo a relaciones de pareja.


Hablo también de tus amigos, de tu familia, de quienes eliges abrir tu corazón. Y también de cómo te compartes con el mundo. Cuando no hay amor propio, los vínculos se llenan de carencia y buscamos en los otros lo que no sabemos darnos. Esperamos que alguien nos salve, nos complete, nos devuelva la sensación de valer.

Pero cuando el amor nace desde dentro… ya no necesitas ser elegido para sentir que importas, ya no mendigas atención, ya no entregas tu valor a manos ajenas. Y entonces, el vínculo se transforma.


Deja de ser un espacio donde intentas no ser herido,

y se convierte en un lugar donde puedes ser, crecer y compartir. Con los demás. Y contigo.

No se trata de estar solos para demostrar fortaleza.

Se trata de estar completos para elegir con conciencia. Para amar sin perdernos.

Para compartirnos sin escondernos.


Porque el amor propio no es un destino, es un regreso. Una práctica diaria de volver a ti, una y otra vez.

Hasta que tu mundo interno deje de ser un lugar al que temes volver…y se convierta en tu casa.

Una casa donde no necesitas probar nada.


Donde no tienes que hacer más para valer más.

Donde puedes mirarte con compasión… y seguir eligiéndote.

Eso, para mí, es amor propio. No una moda, no una máscara. Sino una raíz que se cultiva.

Un espacio interno que te sostiene.


Y qué, si eliges, también te abre a los demás.

No porque te falte algo.

Sino porque, por fin, te sobra amor para dar.

コメント


bottom of page