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Jose Miguel Argüelles: “La terapia me ayudó a entender que nadie está resuelto en la vida”

  • Foto del escritor: Laura Espinoza
    Laura Espinoza
  • 9 abr
  • 9 Min. de lectura
  • El actor, cantante y quien le dio vida a Bruno en Nina Azúcar y Cristobal en Papá en apuros, José Miguel Argüelles habla sobre sus inicios en la actuación, la salud mental en el arte, su incursión en la música y el impacto emocional de sus personajes.

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José Miguel Argüelles, actor y cantante. Foto: Composición Qhali.

Con una trayectoria en crecimiento y una honestidad conmovedora, Jose Miguel Argüelles se ha ganado un lugar en la industria del entretenimiento. En esta entrevista nos abre su corazón para hablar sobre lo que no siempre se ve: la incertidumbre del arte, las inseguridades, el proceso terapéutico, su paso por la música y lo que significa realmente vivir de la actuación.


— Cuando le dijiste a tu familia que querías estudiar actuación ¿te apoyaron en tu decisión?


Sí, dentro de todo siempre me apoyaron. Nunca me dieron la espalda y eso lo voy a agradecer siempre. Entiendo que como padres se preocupan por el futuro de sus hijos, pero es importante entender que finalmente quienes deciden son los hijos. Lo que queda es apoyarlos, y así fue en mi caso.


—¿Cómo fueron tus inicios en la actuación? ¿Te costó conseguir trabajo? 


Fue un descubrimiento abrupto. No tenía referentes cercanos (familiares) ni contactos en el mundo de la actuación. Todo lo fui aprendiendo a prueba y error desde que empecé en 2018.


—Este camino debe haber sido complicado ¿Cómo has hecho para que no te afecte en tu salud mental? 


Me afecta más que nada por el tema económico, porque hay meses en los que vas a generar una buena cantidad de ingresos, pero otros donde se perciben porquitos ingresos o incluso donde no se percibe ninguno. El problema que he tenido es sobre pensar en esa incertidumbre de no saber cómo me va a ir el mes que viene o qué va a pasar una vez que termine el proyecto que esté haciendo y eso me ha generado mucha ansiedad.


¿Qué has hecho para tratar esta ansiedad? ¿Has ido a terapia? 


Sí, hace un tiempo que empecé terapia, desde que comenzó Papá en apuros e incluso ahora últimamente, y lo diré abiertamente, también voy al psiquiatra, porque había una cuestión que me estaba invadiendo y agobiando: era pensar demasiado en qué va a pasar y preocuparme en exceso por el futuro.


Me estoy sintiendo mejor, estoy mejorando y lo más importante es que me siento más tranquilo, por ejemplo a pesar de que ya he terminado el proyecto de Nina de azúcar, me siento tranquilo con lo que vaya a venir en el futuro. Mi yo de antes hubiera pasado por un contexto de ansiedad, de no saber qué hacer, de bajones emocionales en los que no quería hacer nada.


—Acabas de estrenar tu canción "Eras todo para mí" ¿qué sientes al escucharte cantar? ¿Cómo así decides entrar al mundo de la música?


Todavía no me acostumbro a escuchar a mi voz. A mi siempre me ha gustado cantar, pero nunca he estado acostumbrado a escucharme, tengo que entender que mi voz es así, porque las voces son únicas, particulares y tengo que aprender a acostumbrarme a ella.


Cuando yo era un niño me encantaba Michael Jackson, ahí fue mi primera cercanía con la música, gracias a eso fui encontrando la que más me gusta. Un día comencé a escribir esta canción, ya tenía como un "bichito" de que quería lanzar música si es algo que me gusta; fue ahí cuando decidí buscar a un productor, alguien que me ayudó con todo esto y con quien podía hacer realidad este sueño.


—¿Cómo esta canción te ayuda a procesar tus emociones?


Creo que en varios momentos de mi vida ha sido difícil aceptar ciertas situaciones. Lo que me pasó fue que habían cosas que yo no quería verbalizar, no quería contar ni decirle a nadie que pasaban por mi mente. Sin embargo, una vez que empecé a verbalizarlas, empecé a aceptar las cosas, entonces escribir una canción, es decir, el hecho de ponerla en un papel y que la gente la escuche ayuda a aceptar todo eso.


Fui muy sincero de cómo me sentía en ese momento, pero ya acepté lo que pasó y que tenía que ser así.



—¿Y no te dan ganas de llorar cuando la escuchas? 


Ya me acostumbré, ya que la he escuchado mil veces, pero en su momento, las primeras maquetas que se hicieron sí me generaban muchos sentimientos. Ahora no es que no me genere nada, solamente que, ya la he escuchado 500 veces.


Es una canción de aceptación, asimilación, más allá del desamor, si no de entender que a veces las cosas no suceden.

—Ahora, pasando un poco a tu actuación en televisión, sabemos que ahí es importante el físico ¿Cómo puede afectar eso la salud mental de los actores? ¿Has escuchado algún caso de que no hayan contratado a alguien por estar subido de peso o por estar muy delgado? 


No sé si he escuchado casos en los que no hayan sido contratados necesariamente por eso, pero probablemente haya sucedido. Evidentemente hay una tendencia a tratar de buscar perfiles lo más estéticamente aceptado por la sociedad, creo que es evidente, pero finalmente todo ronda a una idea que tiene el productor o quien sea que está creando la serie al perfil que se imagina.


¿Tuviste que aprender a boxear? ¿Llevaste una clase o algo? ¿Cómo fue tu entrenamiento? De hecho te tenías que ver medio musculoso y todo. 


Sí, claro. Para el casting me pidieron fotos sin polo, para poder ver cómo estaba mi físico. Durante el casting, había un momento en que me quitaba el polo, lo tiraba al piso. Y claro, yo no me sentí tan seguro en hacer eso, porque no sentí que cumplía con ese estándar de musculoso, porque no lo soy, yo soy delgado.


En algún momento, durante las grabaciones, entré en un bache de una sensación de, no diría depresión, pero como que estaba bien bajoneado por momentos. Y empecé a comer un poco mal, porque yo venía comiendo muy bien, venía haciendo mucho ejercicio. Estoy pasando por una lesión que ya la vengo trayendo desde hace unos meses, que no me permite correr.


Entonces, entre eso y otras cosas que se mezclaron, me sentí pues un poco bajoneado. Y empecé a perder esta imagen que había construido ya con ejercicio y nutrición. Y en algún momento se me ha mencionado: “Jose, estás subiendo un poco”. Entonces, no lo sentí como un ataque. No, pero para que lo tengas en cuenta por el personaje, no diría que me haya afectado al 100%, pero sí era como un poco incómodo, porque sentía que yo no estaba cumpliendo con esos estándares, entonces preferiría no salir sin polo, pero igual lo tenía que hacer.


Me sentí incómodo, no con la producción, ojo, pero más que nada por mi percepción personal y porque ya no estaba cumpliendo con la estética del personaje.


—¿Cuál ha sido el mayor desafío emocional de interpretar a Bruno? ¿En qué se diferencia con Benny de Boys ?


Benny fue, sin duda, uno de mis personajes favoritos. En su caso, tengo muy claro cuál fue el mayor reto: alcanzar el nivel emocional necesario para llegar al clímax de la obra. Ese momento en el que, tras haberle cortado la mano a Cam —uno de sus mejores amigos— y enfrentarse a la muerte de su hermano, atraviesa una ruptura interna muy fuerte.


El verdadero desafío fue representar ese silencio, y luego, la escena en la que conversa con Cam. Esa parte viene justo después del clímax, que para mí fue el corte en sí. La resolución llega luego, pero alcanzar ese punto emocional fue muy complicado. Recuerdo que Raúl, mi director, me pedía constantemente más: “Necesito más, dale más, dispara la emoción. Está quebrado, está destruido”. Y sí, fue el mayor reto de la obra.


En cambio, Bruno no ha vivido momentos tan dramáticos. Más allá de algunas discusiones con Valentina, su historia gira principalmente en torno al romance. En Boys todo es caótico. La trama es intensa, con una carga emocional muy fuerte: la muerte del hermano, los amigos que lo apartan, el duelo que parece no haber vivido del todo. Benny se siente solo, fuera del grupo. Todo es mucho más dramático.


Nina Azúcar , en cambio, es una novela. El ritmo es más lento, más emocional en términos románticos. No ha habido momentos climáticos como los de Boys . El arco de Bruno está centrado en el amor. Sus acciones, como pelear clandestinamente, nacen de la necesidad de conseguir dinero para Valentina. Todo gira en torno a eso.





—Ahora pasando un poco a Papá en Apuros , te vimos en una historia familiar. ¿Tu personaje de Cristóbal ha cambiado tu forma de ver tus relaciones familiares más que nada? 


En los últimos años he podido identificar muchas cosas sobre mi familia. A partir de Papá en Apuros empecé a ir a terapia, y eso me permitió descubrir aspectos que me ayudaron a entender y aceptar mejor a las personas con las que crecí. Amo profundamente a mi familia, pero también reconozco sus errores y defectos. No sé si fue la historia de la serie lo que provocó ese cambio, pero sí fue ese momento y el proceso terapéutico lo que me ayudó a verlo con más claridad.


Mi padre falleció hace muchos años, siempre he vivido con la ausencia de una figura paterna. En Papá en Apuros interpreté al hijo mayor de un padre muy presente. Aunque en la ficción falta la madre, la relación con el padre es central. Esa experiencia generó en mí una sensación extraña, como si, por un momento, tuviera un padre.

Tuvimos escenas muy sentimentales con Juan Carlos. Algunas me tocaron profundamente. Eran momentos íntimos entre padre e hijo que yo no había vivido.


—Cuando te preparas antes de grabar una escena o antes de empezar a actuar en una obra de teatro, ¿tienes algún ritual?, así tipo Sharpay y Ryan en High School Musical ? 


En teatro es más calentamiento, me gusta moverme, activar un poco el cuerpo, más allá de lo que vaya a ser dentro de la escena. Es como entrar en calor un poquito.


No diría que tengo un ritual, pero a veces me gusta tomarme un momento de silencio. No es una meditación exacta, sino más bien una pausa para concentrarse en lo que tengo que hacer, estar atento y enfocado. Es una forma de centrarme, de conectar con el personaje, pensar de dónde viene, cómo se siente, qué tiene que hacer en la escena. No me gusta llamarlo “entrar en personaje”, pero se trata de asimilar quién es y qué tiene que vivir en ese momento.


Eso lo hago sobre todo en teatro. En televisión es distinto, todo va muy rápido. Casi no hay tiempo para preparar nada. Si es una escena muy emocional o intensa, sí te dan un momento para cargarte, sobre todo si tienes que llorar. El asistente de dirección te avisa: “nos dices si necesitas tiempo”. Pero fuera de eso, el ritmo es frenético. Es: “queda, siguiente; queda, siguiente”, todo así, una tras otra. Aun así, si la escena lo necesita, te dan el espacio. Especialmente en las que tienen más carga emocional.


—¿Te has sentido alguna vez muy cargado o agotado física y emocionalmente por un personaje?


No diría que ha sido por un personaje en particular, más bien, ha sido por la presión de hacerlo bien. No solo se trata del personaje, sino de la responsabilidad de que el trabajo funcione para la producción, para el público, para quienes lo van a ver, es un todo.


En ese sentido, sí ha tenido momentos difíciles, hubo un momento en el que sentía que no estaba haciendo bien mi trabajo. Esa fue la razón principal por la que decidí buscar ayuda. Luego, en el proceso, empecé a descubrir y hablar de muchas más cosas, más allá del trabajo. Pero el origen fue ese: la sensación de no estar cumpliendo, de no estar dando lo mejor. Y sí, me sentí muchas veces frustrado e impotente.


—Si pudieras hablar con el Jose Miguel que recién empezaba en la actuación, ¿qué consejo le darías sobre cuidar su salud mental y física? 


Va a haber buena gente en el camino, pero también personas que no te van a tratar bien. Algunas incluso van a querer verte caer y aunque eso puede ayudar a formar un actor, no debería ser así. Nadie tendría que ser agresivo con otro, ni dañar la salud mental de alguien. Pero la realidad es que el mundo funciona así. Si te cruzas con ese tipo de personas, intenta que la experiencia se transforme en aprendizaje. No te dejes pisotear, pero tampoco cargues con eso más de lo necesario.


Además, algo fundamental es la terapia, es una herramienta muy valiosa. Te permite reconocer cosas que no ves a simple vista, patrones inconscientes que arrastras sin darte cuenta. Conversar te ayuda a entender. A veces, mientras hablas, se te enciende una luz y todo empieza a tener sentido, vas hilando causas, comprendiendo por qué ciertas cosas pasaron como pasaron, es revelador.


Nadie está completamente resuelto. No importa qué tan bien te vaya, qué tan estables sean tus relaciones o qué tan feliz parezcas. Siempre hay aspectos que se pueden trabajar. La terapia te ayuda a descubrir nuevas formas de conocerte y crecer. Y aunque te vaya bien, nunca está de más mirar hacia adentro y seguir mejorando.



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