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Cuando el país se cae a pedazos (y aún así intentamos construir algo mejor)

  • Este texto reflexiona, desde la mirada del derecho laboral, sobre la resistencia silenciosa de quienes siguen creyendo que cumplir la ley es una forma de esperanza y una manera de reconstruir el Perú desde sus ruinas.


Cuando el país se cae a pedazos (y aún así intentamos construir algo mejor)
Foto: Andina

A veces siento que trabajamos sobre ruinas. Que tratamos de sostener empresas, instituciones y sueños dentro de un país que parece desmoronarse cada día un poco más. Lo veo en los clientes que buscan “cumplir con la ley”, aunque saben que afuera la inseguridad, la corrupción y la informalidad los devoran. Lo escucho en los trabajadores que me dicen que ya no confían, que “hacer las cosas bien” no sirve de nada cuando el sistema no premia la ética, sino la astucia.


El Perú se cae a pedazos, y lo peor es que lo hemos normalizado. Normalizamos que un trabajador no tenga contrato, que una empresa no pueda crecer sin tropezar con trámites absurdos, que el mérito sea reemplazado por el contacto, y que la gente talentosa sueñe con irse. Pero incluso dentro de ese caos, hay quienes seguimos apostando por construir, por cumplir, por educar, por sostener con pequeños gestos lo que el Estado deja caer.


Desde el derecho laboral, lo veo todos los días: empleadores que hacen esfuerzos genuinos por formalizar, y trabajadores que siguen creyendo en la justicia, aunque esta llegue tarde. Y entre ambos, un Estado que parece haber soltado las riendas, dejando que la precariedad se convierta en rutina.


Sin embargo, no todo está perdido. Porque en medio del desorden, hay resistencia. Hay empresas que deciden implementar protocolos de hostigamiento sin que nadie se los exija. Hay líderes que entienden que la salud mental no es un lujo. Hay abogadas, como yo, que todavía creemos que el cumplimiento no se trata de miedo, sino de conciencia. Y eso, en tiempos de cinismo, es casi un acto revolucionario.


Quizá el país se esté cayendo, sí. Pero si algo he aprendido en mi experiencia profesional es que cumplir la ley sigue siendo una forma de esperanza. Es elegir la decencia cuando la trampa parece más fácil. Es recordar que detrás de cada expediente, hay personas intentando no rendirse.


Porque, aunque parezca que todo se desmorona, aún hay quienes —desde una oficina, un negocio o un pequeño consultorio— seguimos levantando ladrillos sobre la ética.

Y eso, aunque pocos lo vean, también es reconstruir el país.

 
 
 

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