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¿Qué pasa si confías en alguien sin dejar nada por escrito?

  • Confiar es humano, pero hacerlo sin reglas claras puede ser un error costoso. Cuando los acuerdos se dejan en el aire, las interpretaciones personales sustituyen a la realidad, poniendo en riesgo amistades, familias y proyectos. La confianza sin estructura no protege: expone.


¿Qué pasa si confías en alguien sin dejar nada por escrito?

Confiar en alguien es un acto profundamente humano. Lo hacemos con amigos, con familiares, con parejas, con socios. Pero confiar sin dejar las reglas claras puede ser un error costoso —no solo en términos materiales, sino también emocionales.


Muchas veces creemos que, por tratarse de personas cercanas o de confianza, no es necesario hablar de dinero, de límites, de acuerdos, de roles. Suponemos que las cosas se darán naturalmente, que el otro entenderá lo que es justo, que "no hace falta hablarlo porque nos tenemos confianza".

Pero ahí está el problema: confiar sin acordar es depender del criterio del otro. Y ese criterio no siempre es el mismo que el tuyo.


La ilusión del entendimiento mutuo

Cuando haces un acuerdo sin reglas claras —ya sea para hacer un negocio, invertir, prestar dinero o trabajar juntos—, entras en un terreno que parece seguro pero es altamente inestable: la interpretación personal.


Tú crees que será 50/50.El otro cree que es 70/30 porque él se esforzó más.Tú piensas que el dinero se usará solo para la casa.El otro piensa que también puede usarlo para pagar deudas, o invertirlo.Tú das por hecho que si hay una ganancia, se reparte.El otro cree que hasta que no se recupere la inversión, no hay nada que repartir.


Ambos actuaron "según su criterio", pero nadie escribió nada. No hubo acuerdos, solo supuestos.


El problema no es la confianza, es la falta de estructura

Confiar no es el problema. Confiar sin establecer acuerdos sí lo es. Porque cuando todo se deja a la buena voluntad, el criterio del otro se vuelve ley. Y si no coincide con el tuyo, te quedas sin argumento.

Esto es especialmente común entre familiares o amigos. Pensamos que por conocernos, nos entenderemos. Pero en cuanto entra el dinero, el esfuerzo o la propiedad de por medio, salen a la luz las diferencias de pensamiento, prioridades, valores y hasta ética.


El caso de los migrantes: una confianza rota

Un ejemplo duro pero muy real: muchos migrantes que se fueron a trabajar al extranjero confiaron en familiares para que les administraran su dinero. Enviaron remesas por años con la ilusión de que se estaba construyendo una casa, un terreno, un futuro.


Y cuando regresan... no hay casa. El dinero se usó en otra cosa. En gastos personales, en fiestas, en deudas, en compras no autorizadas.


¿Por qué?Porque no hubo reglas claras. No hubo contrato. No hubo rendición de cuentas. Solo confianza.


Y aunque duela aceptarlo: la confianza no sustituye a los acuerdos.


¿Qué deberíamos hacer en lugar de confiar ciegamente?


  1. Dejar todo por escrito, aunque sea en un mensaje o correo. No se trata de desconfiar, sino de proteger la relación.

  2. Establecer roles, tiempos y límites. ¿Quién hace qué? ¿Qué se espera de cada uno?

  3. Hablar de escenarios incómodos desde el principio. ¿Y si algo sale mal? ¿Y si uno se va? ¿Y si hay pérdidas?

  4. No asumir que la otra persona piensa como tú. Aunque te quiera, su criterio no es el tuyo.

  5. Separar la relación personal de la estructura del acuerdo. Tener reglas no significa que no confíes, significa que cuidas lo que construyen juntos.


Confiar es necesario. Pero confiar sin hablar, sin escribir, sin definir es como construir una casa sin cimientos: al primer temblor, todo se derrumba.


Las relaciones más sanas no son las que evitan los contratos. Son las que entienden que los acuerdos protegen la relación, no la dañan.


Si vas a emprender, invertir, prestar dinero, compartir una propiedad o hacer un proyecto con alguien más, no te quedes en el "todo va a salir bien".Habla, acuerda, escribe. Porque cuando todo depende del criterio del otro, estás renunciando al control de tu propia parte.

Y en la vida, como en los negocios, la claridad no mata la confianza. La fortalece.

 
 
 

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