top of page

Gaseosas azucaradas: lo que el cuerpo realmente experimenta tras su consumo

  • Entender cómo reacciona el cuerpo tras consumir una gaseosa azucarada, desde el primer sorbo hasta una hora después, permite tomar decisiones más conscientes sobre sus efectos reales en la salud.

Gaseosas azucaradas
Foto: Freepik

er

Tomar una gaseosa es casi un ritual cotidiano: refresca, acompaña las comidas y da un pequeño momento de placer. Para muchos, abrir una lata fría es tan automático como respirar. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar qué sucede dentro del cuerpo después de cada sorbo.


Y no se trata de un hábito aislado. En 2024, los peruanos consumieron cerca de 853 millones de litros de gaseosas, según datos de NielsenIQ. Aunque cada vez más personas se preocupan por lo que comen y beben, el consumo de estas bebidas azucaradas sigue siendo masivo.


Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), las gaseosas son productos ultraprocesados sin valor nutricional. Están compuestas por grandes cantidades de agua carbonatada, azúcar, sodio, colorantes, ácido fosfórico y cafeína, una combinación que puede alterar múltiples funciones del cuerpo.


Lo preocupante no es solo la cantidad, sino el efecto inmediato que generan en el organismo. Desde el pico de azúcar que ingresa al sistema, hasta los cambios hormonales, la pérdida de minerales y la fatiga que llega después, el cuerpo responde con una serie de reacciones químicas que pueden afectar la salud más de lo que imaginamos.


Un exceso de azúcar desde el primer trago

Tan solo 10 minutos después de beber una gaseosa, el cuerpo recibe una fuerte carga de azúcar: unas diez cucharaditas en promedio, más de lo que se recomienda consumir en todo un día. Para ponerlo en contexto, una sola lata de refresco puede contener alrededor de 38 gramos de carbohidratos, 37 gramos de azúcar y 34 miligramos de cafeína.


Esto representa una bomba calórica y estimulante que el cuerpo debe procesar rápidamente. ¿Por qué no sentimos rechazo ante tanta dulzura? Porque el ácido fosfórico, presente en estas bebidas, enmascara el sabor extremadamente dulce y permite que el cuerpo lo tolere sin causar náuseas.


El azúcar que no usas, se convierte en grasa

A los 20 minutos, el azúcar en sangre se dispara, lo que obliga al páncreas a liberar insulina. El problema es que si no se necesita energía en ese momento como ocurre en personas sedentarias, el cuerpo comienza a almacenar el exceso en forma de grasa, especialmente en el hígado.


Así lo advierte Meltem Zeytinoglu, endocrinólogo y docente en la Universidad de Medicina de Chicago, quien señala que beber una gaseosa equivale a ingerir una comida completa en carbohidratos, pero en forma líquida y como suele consumirse además de una comida, el impacto es aún mayor: el azúcar extra no se almacena en los músculos, sino que se transforma directamente en grasa hepática.


Las gaseosas activan tu cerebro pero el efecto dura poco

Unos 40 minutos después, la cafeína de la gaseosa ya ha sido absorbida por completo. El hígado libera más glucosa y el sistema nervioso se activa: la cafeína bloquea los receptores de adenosina, encargados de inducir el sueño, y eso genera un efecto de alerta o energía artificial.


Poco después, se libera dopamina, el neurotransmisor asociado al placer. Este impulso de bienestar activa los centros de recompensa del cerebro de forma parecida aunque más leve que algunas sustancias adictivas. Esto puede fomentar el consumo repetido y contribuir a crear un hábito difícil de romper, según advierte MAC Clinical Research.


Bajón de energía y eliminación de nutrientes clave

Una hora después, el cuerpo experimenta el famoso "crash de azúcar". Ese pico de energía cae bruscamente, provocando cansancio, irritabilidad y dificultad para concentrarse. Según Sanford Health, incluso puede haber confusión o incapacidad para realizar tareas cotidianas. Además, el ácido fosfórico de la bebida se une a minerales esenciales como calcio, magnesio y zinc, impidiendo que el cuerpo los absorba. A esto se suma el efecto diurético de la cafeína, que incrementa la pérdida de agua, minerales y electrolitos, debilitando al organismo.


Y si bien un refresco ocasional no representa un gran riesgo, el consumo frecuente puede tener consecuencias serias. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), su ingesta habitual está relacionada con obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, hepáticas, renales, caries y gota. En resumen el problema no es uno de vez en cuando, sino cuando se vuelve costumbre la ingesta de estas bebidas.

bottom of page