¿Qué nos hace ser una persona extrovertida o introvertido?
- Mathias Carbajal
- 30 may
- 3 Min. de lectura
¿Alguna vez te has preguntado por qué a unos les encanta estar rodeados de gente y otros prefieren momentos tranquilos y solos? La respuesta no es sencilla, pero la ciencia ha avanzado mucho para entender las razones detrás de la extroversión y la introversión.


Una pregunta que nos hacemos es por qué algunas personas son extrovertidas y otras más introvertidas. Es un tema que ha intrigado a muchos, ya que entender la personalidad no es nada fácil. No existe una sola causa, sino una combinación de factores como el entorno y la crianza.
Introvertidos y extrovertidos, ¿cómo se comportan?
La extroversión se caracteriza por la inclinación hacia la interacción social. Las personas extrovertidas disfrutan de la compañía de otros, tienen actitudes sociales marcadas y saben cómo expresarse frente a grupos o personas nuevas. Suelen destacarse en lo sociable porque se sienten atraídos por situaciones animadas, son enérgicos y disfrutan de ambientes dinámicos.
La introversión prefiere la calma y la tranquilidad. Las personas introvertidas se sienten cómodas en entornos más relajados como su cuarto, lugares menos estimulantes, con su círculo íntimo de amigos. A veces buscan lugares donde recargar su energía o su "batería social". Quizás suene raro, pero un claro ejemplo puedo ser yo: después de mucha interacción social, me siento cansado y termino sentado en una esquina viendo la nada.
La verdad es que nadie es 100% extrovertido o introvertido. Todos tenemos un poco de ambos rasgos, dependiendo del contexto. Por ejemplo, un introvertido puede volverse muy sociable si está con personas de confianza. Y también pasa al revés: un extrovertido que siempre está rodeado de gente puede parecer callado o reservado si se encuentra en un ambiente desconocido o con personas con las que no se siente a gusto. Al final, todo depende del momento, el lugar y con quién estamos.
¿Cómo nacen estas diferencias?
Estas diferencias no son simplemente una elección, sino que tienen raíces profundas en nuestra biología. Estudios científicos revelan que la genética juega un papel importante en la forma en que respondemos a los estímulos externos. El cerebro de los extrovertidos suele reaccionar menos intensamente a ciertos estímulos, por lo que buscan más dopamina social para sentirse bien. En contraste, los introvertidos tienen una mayor sensibilidad, por eso prefieren menos estímulos para no sentirse agotados.
El lugar donde crecemos, la familia y la cultura también moldean nuestra forma de ser. En la cultura japonesa, tradicionalmente se valora mucho la tranquilidad, el respeto y la reflexión antes de hablar o actuar. Esto fomenta que muchas personas tengan tendencias más introvertidas, acostumbradas a los espacios de silencio y a la calma. En cambio, en países como Estados Unidos, donde la expresión abierta, la comunicación y la sociabilidad son aspectos valorados desde pequeños, las personas tienden a desarrollar rasgos más extrovertidos.
Por eso, un ambiente social activo puede desarrollar más rasgos extrovertidos, mientras que un entorno tranquilo puede fomentar la introversión.
¿Se puede cambiar la personalidad?
Aunque la genética y el entorno tienen un peso grande, la personalidad no es algo totalmente rígido. A lo largo de la vida, las experiencias que vivimos, lo que aprendemos y cómo practicamos nuestras habilidades sociales pueden influir en cómo nos comportamos. La personalidad no es una caja cerrada, sino algo que se moldea y cambia. No se trata de dejar de ser uno mismo, sino de crecer y adaptarse a lo que nos va pasando. Por eso, nadie es 100% introvertido o 100% extrovertido para siempre.
Importancia de aceptar nuestra forma de ser
No hay un tipo de personalidad mejor que otro; tanto la introversión como la extroversión tienen sus fortalezas y desafíos. Ser extrovertido no significa automáticamente ser más feliz, ni ser introvertido es sinónimo de timidez o inseguridad.
Aceptar nuestra personalidad también nos da libertad. Libertad para elegir en qué espacios nos sentimos mejor, para no forzarnos a encajar en moldes que no van con nosotros, y para fortalecer lo que ya somos, sin dejar de crecer. Cada uno tiene una forma distinta de ver el mundo, de procesar lo que siente y de relacionarse con los demás. Y eso está bien. Al final, se trata de conocernos, entendernos y cuidarnos, tal como somos.
Comentarios