Tristeza: la emoción que no queremos sentir, pero necesitamos atravesar
- Laura Espinoza
- 25 jun
- 3 Min. de lectura
La tristeza es una de las emociones más evitadas, pero también una de las más necesarias. Nos obliga a frenar, mirar hacia adentro y procesar pérdidas que, de otro modo, quedarían sin resolver.

En una sociedad obsesionada con la felicidad, hablar de tristeza se vuelve casi un acto de rebeldía. Nos han enseñado a evitarla, a ocultarla bajo sonrisas forzadas o distracciones constantes. Pero, ¿qué pasa cuando esa tristeza se instala? Debemos escucharla y aceptarla en vez de rechazarla y ocultarla.
“La tristeza llega como un cielo nublado que lo cubre todo, o como un huracán que arrasa sin previo aviso”, explica Marina Mamoliti, psicóloga y creadora del podcast Psicología al desnudo. Desde ahí, nos invita a repensar esta emoción que tanto incomoda, pero que cumple una función vital en nuestra salud emocional.
Contrario a lo que muchos piensan, la tristeza no es un acto de debilidad, Es una de las seis emociones básicas (junto con la alegría, el miedo, el enojo, el asco y la sorpresa), y cumple una función adaptativa esencial: nos ayuda a procesar las pérdidas, a cerrar capítulos, a hacer duelos.
Mamoliti explica que perder no siempre significa muerte. Puede ser una ruptura amorosa, el alejamiento de un amigo, un trabajo que amábamos o incluso una versión de nosotros mismos que ya no existe. A veces, ni siquiera identificamos qué se perdió, pero el cuerpo lo sabe: fatiga, lentitud, dolor en el pecho, pensamientos negativos persistentes. Todo eso también es tristeza.
Vivimos en un entorno “tristofóbico”, donde se premia la productividad, la positividad y la imagen del “todo está bien”. En ese contexto, sentir tristeza se vuelve incómodo, por eso, muchas personas intentan ignorarla con trabajo excesivo, redes sociales, o planes sin pausa.
Pero bloquearla no la elimina, solo la posterga. “Si no honramos la tristeza, si no nos permitimos sentirla, quedamos atrapados en duelos inconclusos que consumen nuestra energía emocional”, advierte Mamoliti.

¿Cómo atravesarla sin quedar atrapado?
Además, fortalece los vínculos genuinos: mostrarse vulnerable ante otros permite recibir apoyo, amor y contención. “Es en los momentos más oscuros donde descubrimos quién está realmente ahí”, señala Mamoliti.
La clave está en aceptarla como visita, no como residente. Reconocerla, nombrarla, identificar su origen y luego dejarla partir. Entre las estrategias recomendadas para transitar la tristeza se encuentran:
Llorar: libera cortisol (la hormona del estrés) y genera alivio emocional.
Mover el cuerpo: el ejercicio físico ayuda a liberar endorfinas.
Trazar metas pequeñas: recuperar el sentido del logro mejora el estado de ánimo.
Buscar momentos de distracción conscientes: no como negación, sino como respiro.
Sin embargo, si la tristeza se vuelve crónica —fatiga extrema, insomnio, anhedonia, pensamientos de culpa o ideación suicida— es fundamental buscar ayuda profesional. La tristeza es normal, pero no debe volverse un modo de vida.
Aprender a convivir con la tristeza
Aceptar la tristeza no es rendirse ante ella. Es reconocer su valor como aliada en los momentos difíciles. Es una guía que nos orienta cuando algo importante se ha perdido y necesita ser atendido.
Como concluye Mamoliti: “Nos va a visitar cientos de veces en la vida, por eso es urgente que aprendamos a relacionarnos con ella de la mejor manera”.
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