El sol también quema en invierno: los peligros invisibles de la radiación solar en temporada fría
- Redacción Qhali
- 20 jun
- 3 Min. de lectura
Aunque el frío y las nubes nos engañen, los rayos ultravioleta siguen activos en invierno. Conocer sus riesgos puede ayudarnos a cuidar mejor nuestra piel y salud ocular durante todo el año.


Durante el invierno, solemos preocuparnos por abrigarnos del frío, cubrirnos del viento o evitar resfriados. Pero hay un enemigo silencioso que muchas veces pasamos por alto, "el sol". Aunque su calor no se sienta con la misma intensidad, la radiación ultravioleta (UV) sigue estando presente, afectando nuestra piel, ojos e incluso nuestro sistema inmune.
Es un error común pensar que la radiación solar solo es peligrosa en verano. En realidad, los rayos ultravioleta (UV), especialmente el tipo UVB y UVA, siguen presentes durante todo el año. En invierno, su efecto puede incluso amplificarse en ciertas condiciones, como en zonas nevadas o de gran altitud.
“La nieve puede reflejar hasta el 80% de la radiación UV, lo que duplica la exposición”, explica la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su guía sobre radiación ultravioleta y salud pública (OMS, 2023).
Piel dañada incluso con abrigo: Consecuencias
La piel expuesta, como el rostro, las manos o el cuello, puede sufrir daños silenciosos por el sol invernal. Aunque no sintamos calor, los rayos UV penetran las nubes y la epidermis.Entre las consecuencias más frecuentes están:
Envejecimiento prematuro (arrugas, manchas)
Quemaduras leves o moderadas
Mayor riesgo de cáncer de piel
Según la American Academy of Dermatology (2024), "más del 90% de los signos visibles del envejecimiento están relacionados con la exposición solar". Así mismo, en invierno también aumentan los riesgos oculares. La radiación UV puede dañar la córnea y contribuir al desarrollo de:
Fotoconjuntivitis (una especie de “quemadura ocular”)
Cataratas
Degeneración macular relacionada con la edad (DMAE)
El Instituto Nacional del Ojo de EE. UU. (NEI, 2024) recomienda el uso de gafas de sol con protección UV incluso en días nublados ya que algunas investigaciones han demostrado que la exposición crónica a la radiación UV puede suprimir el sistema inmunológico, reduciendo la capacidad del cuerpo para detectar células anormales como las cancerígenas.
“La radiación UV suprime respuestas inmunes clave en la piel, facilitando el desarrollo de lesiones precancerosas”, señala un estudio publicado por The Lancet Dermatology en el 2024.
¿Y si ya me quemé, qué tratamientos puedo realizar?
Conforme explica la dermatóloga Camila Ortega de la Sociedad Internacional de Dermatología Clínica, incluso en invierno, una quemadura solar leve puede comprometer la barrera cutánea y dejar secuelas si no se trata adecuadamente.
Si bien lo ideal es prevenir, es importante saber qué hacer cuando la piel ya muestra signos de daño por el sol, como enrojecimiento, ardor o descamación. Estos son algunos cuidados recomendados por dermatólogos:
Hidratación inmediata: Aplicar cremas con aloe vera, pantenol o ácido hialurónico puede aliviar el ardor y ayudar a la regeneración de la piel.
Evitar el calor: No usar agua caliente ni exponerse a fuentes de calor directo (como calefactores o duchas muy calientes) que puedan agravar la irritación.
No rascar ni pelar la piel: Aunque se descame, dejar que se renueve por sí sola previene infecciones y marcas.
Beber abundante agua: La hidratación interna es clave para la recuperación de la piel tras una quemadura solar.
Consultar al dermatólogo: Si la piel presenta ampollas, fiebre o dolor persistente, es fundamental acudir a un especialista.
La radiación solar no desaparece en los meses fríos, simplemente se vuelve menos notoria. Por eso, mantener hábitos de protección solar en invierno no solo es responsable, sino una forma sencilla y efectiva de prevenir enfermedades a largo plazo. Por ello, cuidar la piel y los ojos también es un acto de salud pública.
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