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¿Por qué huimos del aburrimiento? El valor emocional del tiempo lento

  • En una sociedad que glorifica la productividad y la hiperconexión, el aburrimiento es visto como un enemigo.


    ¿Por qué huimos del aburrimiento? El valor emocional del tiempo lento
    Foto: Freepick
    dgds

    Vivimos en una era donde la inmediatez es norma. Revisar el celular cada pocos minutos o llenar silencios con contenido constante refleja un patrón social más profundo. Según un estudio publicado en la revista científica Personality and Individual Differences, las personas tienden a evitar el aburrimiento porque lo asocian con inutilidad, baja autoestima o ansiedad existencial.


    En palabras de Sandi Mann, psicóloga e investigadora de la Universidad de Central Lancashire (Reino Unido), “el aburrimiento es una emoción subestimada, que en realidad tiene un rol evolutivo: empuja al cerebro a buscar nuevas metas o formas de conexión con el entorno”.


    Aburrirse también es una necesidad mental


    De acuerdo con un artículo del medio español El País, la constante necesidad de estimulación ha generado una baja tolerancia al vacío emocional, lo que puede tener consecuencias como ansiedad, insomnio o una creatividad empobrecida.


    María Fernanda Mendoza, psicoterapeuta peruana especialista en salud emocional, explica:

    “En consulta, muchas personas confiesan sentirse culpables por descansar o no hacer nada. Este tipo de hiperexigencia interna suele estar ligada a creencias aprendidas desde la infancia, como que el valor propio depende de la productividad”.


    Por tanto, aburrirse no solo es normal, sino necesario: le da espacio al cerebro para reorganizarse, procesar emociones y generar ideas nuevas.


    El aburrimiento como espacio creativo y emocional


    Uno de los beneficios más documentados del aburrimiento es el impulso a la creatividad. Un artículo publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS) sugiere que los momentos de baja estimulación favorecen el pensamiento divergente, es decir, la capacidad de generar múltiples soluciones a un mismo problema.


    La Asociación Americana de Psicología (APA) también destaca que permitirse momentos de inactividad puede reducir el estrés crónico y mejorar la conexión consigo mismo.


    ¿Cómo reconectar con el tiempo lento?


    Para Mendoza, la clave está en normalizar el “hacer nada” sin culpa y reconectar con actividades sin un fin utilitario, como caminar sin rumbo, mirar por la ventana o escribir pensamientos espontáneamente. “Solo así aprendemos a estar con nosotros mismos sin distracciones”, afirma.


    Algunas recomendaciones para cultivar el valor del aburrimiento:

    • Practicar la meditación sin expectativas.

    • Evitar el uso constante del celular en tiempos muertos.

    • Programar descansos reales sin contenido digital.

    • Registrar ideas que surjan durante el “no hacer nada”.


    Aceptar el aburrimiento como parte de la experiencia humana puede ser el primer paso para una vida más conectada y menos reactiva. En lugar de huir de él, podemos aprender a habitarlo. Como concluye la psicoterapeuta Mendoza:

    “El aburrimiento es una pausa en el ruido del mundo. Escuchar lo que surge ahí, puede ser profundamente revelador”.

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