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Así afecta el estrés postraumático al cerebro: cambios celulares que explican los síntomas

  • Un nuevo estudio revela cómo el TEPT altera la comunicación neuronal y debilita las defensas del cerebro, lo que podría abrir el camino a tratamientos más eficaces y personalizados.

Persona con estrés postraumático
Foto: Freepik
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El trastorno de estrés postraumático (TEPT) va mucho más allá de las pesadillas, los sobresaltos intensos o la dificultad para controlar las emociones. Aunque suele percibirse como un problema estrictamente psicológico, sus efectos alcanzan un nivel mucho más profundo: el biológico y celular.


Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 70 % de las personas experimentará al menos un evento traumático en su vida, ya sea un desastre natural, un accidente grave, violencia o situaciones de guerra. De ellas, aproximadamente un 5,6 % desarrollará TEPT, un trastorno que afecta la regulación emocional y la respuesta al estrés.


A diferencia de enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson, cuyas alteraciones cerebrales pueden observarse mediante neuroimágenes, el TEPT ha sido durante mucho tiempo una especie de "fantasma biológico". Sin embargo, avances recientes en tecnología han permitido a científicos de la Universidad de Yale analizar el cerebro humano con una precisión sin precedentes. Gracias a ello, han identificado cambios genéticos y celulares específicos en personas con TEPT, revelando que el trauma deja una huella real y medible en el cerebro.


Cómo afecta el TEPT a las neuronas

El cerebro humano está compuesto por miles de millones de células que trabajan en red. Entre ellas destacan las neuronas inhibitorias, encargadas de "poner freno" a la actividad cerebral para evitar que se dispare sin control. En personas con TEPT, estas neuronas pierden capacidad de comunicación, generando una sobreexcitación que se traduce en síntomas como hipervigilancia, sobresaltos frecuentes o irritabilidad.


Pero no es la única alteración. También se ha detectado una disminución de la actividad de la microglía, las células inmunitarias del cerebro. Este hallazgo es clave, ya que la microglía tiene un papel esencial en la vigilancia y el mantenimiento del entorno cerebral. Curiosamente, en trastornos como la depresión su actividad aumenta, lo que sugiere que, aunque puedan compartir síntomas, el TEPT y la depresión operan con mecanismos biológicos distintos.


El TEPT facilita la entrada de hormonas del estrés al cerebro

Otro descubrimiento importante del estudio tiene que ver con las células endoteliales, que recubren los vasos sanguíneos del cerebro. En personas con TEPT, estas células muestran alteraciones genéticas que podrían facilitar una mayor entrada de hormonas del estrés al sistema nervioso central. Esto podría perpetuar el estado de alerta constante y dificultar la recuperación emocional tras el trauma.


En conjunto, estos hallazgos evidencian que el TEPT no es solo una experiencia psicológica, sino también una condición con profundas raíces biológicas, que afecta la forma en que el cerebro regula las emociones, el miedo y el estrés.


¿Qué implican estos hallazgos para el tratamiento?

Comprender cómo el TEPT altera el cerebro a nivel celular puede ser clave para desarrollar tratamientos más eficaces. Hasta ahora, los fármacos más utilizados como los antidepresivos tipo ISRS no fueron diseñados específicamente para tratar este trastorno. Aunque ayudan a aliviar algunos síntomas, no funcionan igual en todos los pacientes.


La nueva información abre el camino a terapias personalizadas que podrían actuar directamente sobre las alteraciones detectadas: mejorar la comunicación entre neuronas inhibitorias, regular el paso de hormonas del estrés o modular la actividad de la microglía.


En paralelo, la psicoterapia sigue siendo fundamental. Tratamientos como la terapia cognitivo conductual, la desensibilización por movimientos oculares (EMDR), o incluso enfoques innovadores como la realidad virtual y la terapia asistida con ketamina, buscan abordar el trauma desde una combinación emocional y biológica.


El futuro apunta hacia una medicina más precisa, que combine lo mejor de la psicología y la neurociencia para aliviar el sufrimiento de quienes cargan con las secuelas invisibles del trauma.

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