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Cuando el cerebro paga el precio: trastorno bipolar y daño neurológico

  • Cómo la falta de tratamiento convierte una enfermedad mental en alteraciones cerebrales permanentes

Cuando el cerebro paga el precio: trastorno bipolar y daño neurológico
Foto: Pixabay
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La bipolaridad es una patología psiquiátrica que sufren millones de personas en el mundo, se caracteriza por fases de manía intensa y periodos de depresión severa. Sus síntomas emocionales y conductuales son conocidos; sin embargo, esta condición afecta directamente al cerebro.


Entender estas consecuencias es esencial no únicamente para las personas afectadas por esta patología, sino igualmente para su entorno familiar y la comunidad en su totalidad, pues contribuye a combatir los estigmas sociales y fomentar la solidaridad.


Los avances científicos nos ha permitido identificar ciertos cambios estructurales y funcionales en el cerebro con personas con trastorno bipolar, lo que contribuye a un diagnóstico y tratamiento mas certero.


¿Qué es el trastorno bipolar?


El trastorno Bipolar experimenta cambios en el estado de ánimo, energía y niveles de actividad.

Existen varios tipos como el trastorno bipolar tipo I, tipo II y la ciclotimia. El Tipo I se caracteriza por la presencia de episodios maniacos intensos que requieren hospitalización y, algunas veces, se pueden evidenciar síntomas psicóticos acompañados de depresión, sin embargo, no son imprescindibles en el diagnóstico.


El trastorno bipolar tipo II está relacionado con episodios depresivos frecuentes y de hipomanía, que es una forma leve de manía. La ciclotimia implica síntomas de hipomanía y depresión de menor intensidad, pero persistente con el tiempo, afecta la calidad de vida. Estos trastornos suelen aparecer en la adolescencia o al inicio de la adultez afecta por igual a los hombres como a las mujeres en el tipo I, aunque el tipo II es más común en mujeres.

Cambios cerebrales asociados


Estudios de neuroimagen han demostrado que el trastorno de bipolaridad produce cambios en el cerebro tanto estructurales como funcionales que controlan la regulación emocional y el control ejecutivo.

Recientes hallazgos han demostrado el adelgazamiento acelerado de la corteza cerebral, en particular de la corteza prefrontal y temporal, área involucradas en la toma de decisiones, la memoria y las emociones. Sin embargo, este adelgazamiento se evidencia en personas que han experimentado múltiples episodios maníacos.

Si bien es cierto, el trastorno bipolar implica alteraciones complejas del cerebro, donde tanto los episodios y sus tratamientos influyen en la evolución de los cambios estructurales como funcionales.


Consecuencias funcionales y cognitivas


Las modificaciones neurológicas del trastorno bipolar deterioran significativamente las capacidades mentales y el manejo emocional. Los pacientes frecuentemente presentan problemas de memoria a corto plazo, déficit atencional y dificultades de concentración que persisten incluso durante períodos estables, afectando su rendimiento académico y profesional. Las alteraciones en la corteza prefrontal incrementan la impulsividad y conductas de riesgo durante las crisis maníacas.


A nivel emocional, la desconexión entre la corteza prefrontal y estructuras como la amígdala impide el control adecuado de las emociones, generando estados anímicos extremos y cambios bruscos del humor. Estos déficits cognitivos y emocionales no solo comprometen la calidad de vida del individuo, sino que también elevan las probabilidades de recaídas y complicaciones en sus relaciones sociales y laborales.


Perspectivas de investigación y tratamiento


Los avances en el tratamiento del trastorno bipolar han permitido desarrollar estrategias más individualizadas y eficaces. El abordaje terapéutico principal integra farmacoterapia y apoyo psicológico. Los medicamentos estabilizadores como litio, valproato y lamotrigina constituyen la base del tratamiento preventivo y de mantenimiento emocional.


Durante las crisis agudas se incorporan antipsicóticos de nueva generación (quetiapina, olanzapina, aripiprazol) y ocasionalmente antidepresivos, estos últimos con cautela para evitar episodios maníacos. La selección farmacológica se personaliza según el historial médico y la respuesta individual de cada paciente.

Las intervenciones psicoterapéuticas, como la terapia cognitivo-conductual e interpersonal, fortalecen la adherencia terapéutica y el control de factores precipitantes.

Actualmente, la investigación se enfoca en identificar marcadores neurobiológicos para diagnósticos precoces y tratamientos más específicos, aunque persisten desafíos para lograr una personalización terapéutica completa.

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