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La mujer que quedó paralítica cuando un hombre cayó sobre ella en un centro comercial

  • La historia de Grace Spence Green, una estudiante de medicina que a sus 22 años quedó paralítica cuando un hombre se lanzó encima de ella.

La mujer que quedó paralítica cuando un hombre cayó sobre ella en un centro comercial
La República
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Grace Spence Green era estudiante de medicina en Londres, vivía con su novio y tenía una vida llena de planes y sueños. Pero todo cambió en un instante inesperado. Mientras caminaba por un centro comercial, un hombre se lanzó desde el tercer piso y cayó sobre ella desde 40 metros de altura.


El impacto fue brutal y dejó a Grace con graves fracturas en la columna, el cuello y la caja torácica, dañando su médula espinal para siempre, según BBC News . A sus 22 años, quedó paralítica y tuvo que enfrentar una realidad completamente distinta, donde la fuerza para seguir adelante se volvió su mayor reto.


El accidente que paralizó su vida

Grace recuerda despertar en el suelo del centro comercial, viendo las luces brillantes del techo. No podía mover ni sentir sus piernas. Gritaba, sin entender qué había pasado. A su alrededor, escuchaba los murmullos de la gente que decía que un hombre había saltado desde el tercer piso y había caído sobre su espalda.


Mientras tanto, otras personas sacaban fotos del accidente, que luego circularon rápidamente por internet. Minutos después, fue llevada al hospital, donde sus padres, su pareja y amigos llegaron preocupados al enterarse de lo ocurrido.


Negación ante un diagnóstico

El proceso de rehabilitación fue abrumador para Grace. Las jornadas comenzaban temprano, a las seis de la mañana, y la recibieron con una carpeta extensa llena de información sobre las lesiones de la médula espinal y todos los nuevos aspectos que tendría que enfrentar.


Estaba rodeada de otras personas que también habían sufrido daños en la columna y que luchaban por adaptarse a su nueva realidad. Sin embargo, Grace se aferraba a la esperanza de salir de la unidad sin depender de una silla de ruedas.


Esa esperanza estaba basada en las historias que veía en la televisión y el cine: pacientes que aprendían a caminar de nuevo, apoyados en barras paralelas, y finalmente recuperaban su vida anterior. En el fondo, quería parecer menos discapacitada.


El impacto más fuerte llegó cuando le mostraron la resonancia magnética de su columna. Al ver las imágenes, comprendió que su lesión era mucho más grave de lo que había imaginado. Fue el momento en que la negación empezó a desvanecerse y la aceptación de su situación real comenzó a instalarse.


Cara a cara con la discapacidad

En ese tiempo, una voluntaria de una organización benéfica dedicada a apoyar a personas con lesiones de la columna vertebral la visitó y le explicó el tipo de ayuda que comenzaría a recibir por su discapacidad. Para ella, todo eso llegó demasiado pronto; fue demasiado para asimilar en ese momento.

"yo no soy uno de ellos, no soy discapacitada, no voy a estar en una silla de ruedas. Esa no soy yo.", dijo Grace en un ataque de ira ante su nueva realidad.

Antes del accidente, ella había aprendido a pensar que la discapacidad significaba una vida limitada, una creencia que chocó frontalmente con su nueva realidad. Su mundo se había reducido porque no conocía a nadie en su situación que viviera una vida plena: con familia, pareja y un buen trabajo.


Para cambiar esa perspectiva, comenzó a seguir a personas discapacitadas en redes sociales. Ver sus historias le abrió los ojos a un futuro posible y le dio esperanza. Una conversación con un médico que usaba silla de ruedas fue decisiva. Él le mostró que sí podía seguir adelante con su sueño de ser médica, a pesar de todo.


Sanar no siempre implica al resto

De pasar de una rutina universitaria a recorrer largas horas hacia un centro de neurofisioterapia en las afueras de Londres, la vida de Grace dio un giro radical. Dos veces por semana, enfrentaba un viaje de cinco horas solo para aprender a ponerse de pie sin ayuda.


Durante ese tiempo, también entrenaba las habilidades necesarias para manejar una silla de ruedas, que se había vuelto parte fundamental de su día a día. Poco a poco sentía que su silla no era una carga y empezó a sentirse más cómoda en ella.

"de camino a una de esas sesiones, pensé: ¿para quién estoy haciendo esto?", se cuestionó Grace.

Esta pregunta le hizo revaluarse muchas cosas que estaba haciendo. Sabía que su lesión no desaparecería y que muchas complicaciones invisibles, como el dolor neuropático y problemas de piel o continencia, la acompañarían siempre. Sin embargo, sentía que sus esfuerzos eran más por cumplir las expectativas de otros que por ella misma.


Aprender a vivir después de la caída

Para Grace, las dificultades diarias no solo fueron físicas, sino también sociales. Muchos lugares no tienen baños accesibles ni rampas para que ella pase con su silla de ruedas, y cuando señalaba esto, le decían que no recibían personas con discapacidad. Eso solo aumentaba su frustración y le recordaba que el mundo no está diseñado para ella.


Sobre el hombre que cayó sobre ella, Grace no siente enojo ni interés en profundizar. Sabe que estuvo en prisión y fue deportado, pero no quiere que esto genere más problemas.

"Me di cuenta de que probablemente él estaría muerto si no hubiera frenado su caída.", mencionó Grace.

Su familia y pareja respetaron sus sentimientos, aunque no siempre fue así con algunos profesionales de la salud, quienes expresaban rabia por lo ocurrido.


Hoy, la cicatriz que lleva visible en su cuerpo es un puente con sus pacientes, que encuentran en ella a alguien que realmente entiende el dolor y la recuperación. Esa experiencia se ha convertido en una fuerza que la acerca y conecta profundamente con quienes atiende.







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