¿Por qué nos cuesta tanto dejar ir a alguien aunque no nos quiera?
- Deborah Astengo

- 19 jun
- 2 Min. de lectura
A pesar del rechazo o la falta de reciprocidad, muchas personas se aferran a vínculos afectivos que les hacen daño.

Foto: Freepick
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Dejar ir una relación no correspondiente es, para muchas personas, una de las experiencias más difíciles de atravesar. Aunque se sabe con certeza que el otro ya no siente lo mismo o incluso ha expresado que no quiere continuar, el desapego emocional no siempre sigue la lógica racional . ¿Por qué nos cuesta tanto?
El cerebro interpreta el desamor como una amenaza
Desde la neurociencia, el desamor activa regiones del cerebro similares a las del dolor físico. Un estudio publicado en Procedemostrarel rechazo amoroso estimula las mismascomo la cortez
La doctora Shirley Gómez , psicoterapeuta cognitivo-conductual y directora del Centro Psicológico Entrelazos en Lima, explica:
"Las personas no se aferran solo a la relación, sino también a la proyección de futuro que construyeron con esa persona. Es una pérdida múltiple: del vínculo, de la ilusión y de parte de su identidad".
Apego, dependencia emocional y miedo al vacío
Según la teoría del apego desarrollada por John Bowlby, la forma en que nos vinculamos en la adultez está profundamente influenciada por nuestras experiencias en la infancia. Personas con apego ansioso o inseguro tendencia a aferrar.
En Perú, un informe de la Universidad Cayetano Heredia indicó que casi el 40% de los jóvenes entre 18 y 30 años manifiestan patrones de dependencia emocional en sus relaciones de pareja , especialmente tras relaciones intensas o inestables.
Otra de las razones por las que cuesta soltar es la idealización de la otra persona , fenómeno común en relaciones desequilibradas. La psicología social ha demostrado que el ser humano tiene una tendencia a recordar más lo positivo de una relación cuando esta ha terminado, distorsionando la percepción del vínculo real.
¿Cómo empezar a soltar realmente?
La Dra. Shirley Gómez recomienda un enfoque compasivo y progresivo. “Lo más importante no es obligarse a olvidar, sino permitir sentir lo que duele, sin quedarse estancado ahí”, afirma. Entre sus sugerencias:
Acepta que duele, pero no te quedes en el dolor.
Buscar apoyo emocional en terapia o grupos de acompañamiento.
Redirigir la energía hacia proyectos personales o vínculos sanos.
Evitar el contacto constante con la persona, incluso digitalmente.
A veces, dejar ir a quien no puede o no quiere quedarse es el primer paso hacia el amor propio real. Aunque cueste, la libertad emocional empieza cuando se deja de esperar que el otro cambie, y se empieza a construir una vida donde el bienestar no depende de alguien más.
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