Ansiedad: la voz que pide ser escuchada
- Redacción Qhali
- 12 ago
- 3 Min. de lectura
Más que eliminarla, la ansiedad necesita ser comprendida como una señal emocional que busca atención y cuidado. No necesariamente es el monstruo con el que muchas veces se la ha identificado.

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Muchas personas, al escuchar la palabra ‘ansiedad’ suelen tener dos tipos de reacciones: se asustan al punto de satanizarla o la tratan como un invento de la sociedad. Pero como en la gran mayoría de los aspectos de nuestra vida, ningún extremo es bueno. La ansiedad es capaz de distanciarse de ser etiquetada como buena o mala al ser una emoción básica del ser humano, pero dependiendo de nuestra comprensión de la misma puede llegar a ser útil o perjudicial.
Su paso en el tiempo
La ansiedad no es una novedad, ha sido reconocida desde la antigüedad, cuando Hipócrates ya describía síntomas similares ligados al desequilibrio de los humores, en su natal Grecia. En el siglo XIX, el filósofo danés, Søren Kierkegaard abordó la angustia como parte de la experiencia existencial humana, en su libro El concepto de la angustia, publicado en 1844.
Por otro lado, el médico neurólogo austriaco, Sigmund Freud logró introducir la ansiedad en el psicoanálisis. Ya en el siglo XX, el psiquiatra estadounidense, Aaron Beck propuso que la ansiedad se relaciona con patrones de pensamiento distorsionados, dando origen a la terapia cognitiva.
Actualmente, los trastornos de ansiedad están formalmente clasificados en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), reflejando su comprensión médica y psicológica como afecciones tratables y reales.
Una raíz que va más allá del pensamiento
La ansiedad suele tener un origen vinculativo. Muchas veces, lo que hoy nos angustia tuvo su raíz en experiencias tempranas de inseguridad o falta de contención, en edades de formación. El cuerpo tiene la capacidad de recordar lo que la mente ha olvidado u ocultado. Por eso, estrategias centradas únicamente en modificar pensamientos no siempre son las más idóneas. Lo que activa la ansiedad no es solo lo que pensamos, sino cómo nos sentimos respecto a nosotros mismos y nuestras relaciones.
“La ansiedad suele ser vista como una enemiga, como algo que hay que eliminar cuanto antes. Sin embargo, también puede entenderse como una señal de que algo dentro de nosotros, algo profundo, emocional, a veces antiguo, está pidiendo atención” escribe Alexander Schaeffer Ortúzar, psicólogo clínico especializado en el trabajo con personas adultas que presentan ansiedad, depresión, trastornos de personalidad y dificultades relacionales, para Psicología y Mente.
En este sentido, los especialistas recomiendan cultivar una relación más amable y compasiva con uno mismo. En lugar de intentar “controlarnos”, es más útil aprender a escucharnos, entendernos y aceptarnos. La ansiedad es más cercana a calmarse cuando dejamos de exigirnos calma inmediata y empezamos a construir un espacio interno seguro, donde lo que sentimos tiene cabida.
“La ansiedad se alivia cuando desarrollamos una forma de estar con nosotros mismos más compasiva, más presente, más segura. Cuando dejamos de tratarnos como un enemigo a controlar y empezamos a escucharnos” comenta Schaeffer Ortúzar.

Presente, cuerpo y emoción
La ansiedad también puede nacer de la desconexión con el presente. Vivir anticipando peligros, errores o rechazos; sin ninguna certeza real, nos mantiene atrapados en un estado de alerta constante e innecesario, que termina por ser contraproducente en nuestro día a día. Volver al ahora, a través del cuerpo, la respiración o pequeños actos cotidianos, puede interrumpir ese ciclo.
“La ansiedad no siempre se presenta como un gran ataque de pánico. A veces es más sutil: una tensión en el pecho que no cede, una sensación de alerta constante, dificultad para dormir, o una mente que no se detiene nunca” explica Schaeffer Ortúzar.
La ansiedad no es el final del camino
La verdad es que no existen fórmulas mágicas ni soluciones instantáneas, el tratar con la ansiedad es un proceso que no tiene un tiempo determinado, porque no necesita de un final sino de una convivencia. La ansiedad requiere ser escuchada por nosotros mismos, porque somos nosotros quienes tomamos la última decisión, pero para eso hay que demostrar que somos valientes. Y muchas veces la mejor forma de empezar es pidiendo ayuda.
“La ansiedad no es un defecto, ni una falla personal. Es una señal. Y como toda señal, su propósito no es asustarnos, sino guiarnos” concluye Alexander Schaeffer Ortúzar.
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