Pasivo agresivo: Señales, causas y cómo afrontarlo
- Redacción Qhali
- 13 ago
- 3 Min. de lectura
El comportamiento pasivo agresivo se manifiesta de forma sutil, a menudo mediante indirectas, silencios o sabotajes encubiertos.

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No siempre la agresión se presenta con gritos o confrontaciones directas. A veces llega en forma de silencios prolongados, respuestas ambiguas o cumplidos envenenados. La conducta pasivo-agresiva, definida por Mayo Clinic como la “expresión indirecta de hostilidad a través de evasión, procrastinación o sarcasmo”, es un patrón de comunicación que erosiona relaciones y entornos de trabajo sin que siempre se detecte a simple vista.
De acuerdo con un estudio de Preply (2023), 83 % de los trabajadores afirma haber recibido mensajes pasivo-agresivos en su empleo y 44 % reconoce haberlos enviado. El fenómeno no es menor: 66 % de los afectados señala que este tipo de interacción afecta su productividad, mientras que 23 % ha considerado dejar su puesto por un clima laboral marcado por este comportamiento. Además, el 52 % de los encuestados dice recibir comunicación pasivo-agresiva al menos una vez por semana, y 73 % percibe que es habitual en su lugar de trabajo.
Psicólogos advierten que, aunque pueda parecer inofensiva, la pasivo-agresividad actúa como un “veneno lento” para la confianza y la cohesión social. Según un artículo de Healthline, este patrón se asocia a la dificultad de expresar emociones negativas de forma directa, por miedo al conflicto o por aprendizajes tempranos en la familia. Su presencia prolongada puede derivar en ansiedad, baja autoestima y deterioro de la comunicación tanto en el ámbito personal como profesional.
El “dry begging”: cuando la necesidad se vuelve un arma emocional
Un término reciente que ha ganado tracción es el “dry begging”. Según el New York Post (junio 2025), se refiere a esa estrategia en la que en lugar de pedir algo directamente, la persona lo insinúa mediante comentarios culpabilizantes, como "supongo que esta semana tampoco me vas a ayudar..."El psicoterapeuta Darren Magee describe cómo este tipo de manipulación sutil —que puede ser consciente o inconsciente— explota la empatía del otro sin exigir abiertamente nada, lo que pone en jaque la comunicación honesta y directa. La terapeuta Aerial Cetnar añade al medio Nature your nature que muchas personas ni siquiera se dan cuenta de que recurren a esta conducta.
Aunque el chantaje emocional silencioso no provoca rupturas dramáticas como la agresión directa, deja cicatrices graduales: erosiona la confianza, genera incomodidad constante y puede deteriorar la salud emocional de quienes lo reciben. Los terapeutas advierten que su efecto puede incluir confusión, frustración, baja autoestima y, en relaciones prolongadas, drenaje emocional sostenido, según el New York Post.
Un espejo contemporáneo del pasivo-agresivo: manipulación sin confrontación
Este fenómeno no ha hecho aún correr ríos de tinta, pero refleja una nueva cara de la conducta pasivo-agresiva: la agresión que no se expresa con sarcasmos visibles o desplantes, sino con silencios estratégicos, responsabilidades disfrazadas de queja o súplicas camufladas en sarcasmo. No se nota, pero incomoda. No hay gritos, pero duele.
Este enfoque añade una nueva capa al estudio del comportamiento pasivo-agresivo, ya que trasciende la oficina para infiltrarse en lo más íntimo de lo que creemos seguro: nuestras propias relaciones.
¿Cómo combatimos este silencioso “te lo merecías”?
Reconocer la maniobra : Estar alerta ante frases que insisten sin pedir; por ejemplo, “nadie me ayuda nunca” que pretende obligar a responder.
Poner límites emocionales sanos : Responder con honestidad: “¿Me lo podrías pedir directamente?”. Desactivar la culpabilidad.
Fomentar la comunicación directa : Validar las emociones pero exigir claridad: “Entiendo que te molesta; ¿qué necesitas que haga?”
Buscar ayuda profesional si se repite : En especial si comienza a afectar el bienestar emocional o la calidad de las relaciones.
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